Espíritu Emprendedor

Pareciera que el emprendedurismo, es producto de nuestro tiempo, pero no es así. Con recorrer la historia de la humanidad nos damos cuenta de ello. Siempre ha existido, ahora se ha hecho más visible gracias a la globalización y al mundo digital.

Es muy común escuchar que alguien está emprendiendo un nuevo negocio o se defina como emprendedor.

Un aporte interesante es el de las Neurociencias, poniendo los resultados de las investigaciones sobre el funcionamiento del cerebro y las redes neuronales al servicio del rol del emprendedor, tal como mencionaron  la Dra. en Biología, Nancy Castañeda, y la especialista en inteligencia emocional, Viviana Holder, en el Ciclo de Charlas con Especialistas de EAN donde se consideró la utilización de las potencialidades del cerebro para generar y sostener procesos de cambio duraderos tanto en individuos como en organizaciones. 

¿Cómo surgió el concepto de emprendedurismo?

Ya desde 1945, el concepto comenzaba a ganar terreno en el mundo académico de los negocios, el análisis empresarial, la economía y las finanzas; desarrollado por el economista estadounidense, Joseph Schumpeter, en la teoría de la destrucción creativa. 

Esta establece que quienes se dediquen al emprendedurismo deben contar con tres pilares fundamentales:

- Producción
- Organización financiera
- Ventas

En términos generales, podemos decir que el emprendedurismo, se conoce como la habilidad para crear, administrar y ejecutar proyectos que puedan materializar ideas en negocios, productos y servicios.

Aunque es común, el emprendedurismo no es un tema tan sencillo como se escucha. Es cierto que todos los proyectos inician a partir de una idea, pero requiere del emprendedor mucha constancia y dedicación.

En este artículo, les propongo analizar y reflexionar sobre el rol del emprendedor, su perfil, sus competencias, su pasión; sus miedos, sus desafíos, en definitiva "su alma", esa fuerza interna que lo lleva a la acción en pos de su objetivo, de ver materializada su ilusión.

Para comenzar me gustaría compartir la conceptualización de Andy Freire, que a mi entender enfocan este tema desde una óptica interesante.

Andy Freire es experto en innovación, tecnología y cultura organizacional. Ex Ministro de Innovación, Modernización y Tecnología de Buenos Aires y fundador de más de 5 empresas. Fue nombrado uno de los 100 líderes globales del mundo por el World Economic Forum y miembro del Consejo Asesor Global de la Harvard Business School.

Para Freire el emprendedor es "alguien que hace que las cosas sucedan".

Un hacedor, que pone al servicio de su ilusión todas sus competencias para cumplirla, que se esfuerza por lograr su objetivo.

Dicho así, todo parece sencillo y simple; la única condición es tener un objetivo claro, constancia y ganas. ¿Una visión muy "edulcorada" no les parece? No sé si lo comparten, muchos dirán "esto es muy fácil" , "esta es una fórmula mágica". ¿Pero por  qué entonces, muchas veces el emprendedor fracasa?

¿Habrá algo más que todavía no nos ha sido revelado? ¿Cuáles son los elementos que nos faltan en esta fórmula?

Exploremos un poco más las ideas de Freire.

¿Cómo se inicia un emprendimiento?

Según Freire, se inicia con una idea y un sentimiento, casi incontrolable de llevarla adelante, más allá de los resultados. Nace casi como una pulsión irracional. Como un capricho que surge a partir de la certeza de que se ha detectado un espacio para aportar. 

Los primeros pasos siempre deben ser, poder entender y analizar, si lo que en mi cabeza funciona, lo hace también en la realidad. Y para eso hay que investigar, probar y arriesgarse.

Investigando el mercado global, el local, los posibles consumidores, el nivel de escalabilidad, la competencia y los proveedores, entre otras cuestiones. Conocer y entender el contexto.

Tener una idea es fácil; tener una idea exitosa, es un poco más difícil; tener una idea exitosa que se pueda implementar, lo es todavía más.

Luego de tener la idea, surgen los miedos. 

El principal miedo a superar es el del ‘fracaso’. Es la sensación de que si te va mal perdés todo y no te vas a poder recuperar. No es sólo el miedo a perder lo que invertiste, es tener ante tus ojos la idea de "yo no puedo". 

Con esa creencia la acción es imposible, esa emocionalidad nos pone en un lugar "ciego" en un laberinto sin salida. La única forma es reflexionar, observarnos y comprender que hay otras formas, ejercitar la humildad y la flexibilidad como herramienta necesaria para avanzar.

Según Freire, el fracaso es un mito. Siempre hay posibilidad de recuperarse. Hay que lanzarse y despojarse de ataduras. 

A su vez, el fracaso a nivel social en nuestro país, está estigmatizado, asociándolo con un universo de significados negativos, pero en realidad no tiene porqué ser así. Del fracaso se debe aprender, no existe otra forma sana de convivir con él.

¿Cuál es la clave para sostener un emprendimiento?

Aprender a equivocarse, aprender de los errores, aprender a reponerte, aprender a cambiar. Y hacerlo todo rápido. Los contextos cambian y el emprendedor debe cambiar con ellos. 

Una buena idea que funciona en un momento puede dejar de funcionar en otro. No ser un dogmático con las estrategias es fundamental.

Freire establece 11 características comunes de los grandes emprendedores, las comparto. 

A partir de la visión de Andy Freire y de sus ideas, les propongo el aporte de la Ontología del Lenguaje.

Visión desde la Ontología del Lenguaje

El modelo del observador, nos ayudará a pensar y reflexionar sobre el espíritu emprendedor.

Podemos decir que el observador es el resultado de una relación entre nuestras creencias, acciones y nuestros resultados. Es un matiz que utilizamos a modo de "anteojos" y codifica todo lo que hacemos, lo que pensamos, lo que sentimos y con los que también leemos los resultados que obtenemos. 

Nuestras creencias son elementos constitutivos del observador que somos. Se evidencian en "las historias que nos contamos sobre nosotros mismos y los otros".

Estas creencias, pueden abrirnos posibilidades y en otros casos cerrarnos espacios, dejarnos paralizados "yo solo soy bueno en los números o no sirvo para…".

Esta matriz, nuestro observador, nos puede limitar o nos puede impulsar..., son nuestras creencias las que muchas veces nos impiden ver más allá, nos ciegan, nos mantienen en el mismo lugar, son conservadoras, son las anclas que nosotros mismos generamos y nos encargamos de alimentar.

Esta matriz nos brinda seguridad, nos guía en nuestra acción.

Pero ¿qué sucede cuando los resultados ya no son satisfactorios? 

Allí tenemos dos opciones: 

1- No hacer nada y mantenernos en esa sensación y emocionalidad de insatisfacción, conviviendo con los resultados que no queremos.

2- Hacer algo para salir de esa sensación y emocionalidad "movernos de dónde estamos".

"El ser humano no es un ser acabado sino un ser en un proceso de construcción permanente. No sólo somos afirmación, sino también promesa", Rafael Echeverría.

Es la presunción de que disponemos de un ser que es inmutable. Que "así somos". Que las acciones que tomamos resultan de ese ser. Y que hay ciertos resultados que no se nos dan porque estamos topándonos con los límites de nuestra forma de ser, y que no podemos cambiar.

Los seres humanos tenemos una capacidad de aprendizaje que es infinita, siempre determinada por nuestra biología, pero dentro de ese umbral, los cambios son reales, las transformaciones son inmensas.

Hace pocos meses atrás John Kerry, el secretario de Estado de los Estados Unidos, decía algo que creo que es central. El problema más serio que estamos enfrentando como humanidad no son los cambios ni la obsolescencia que ellos producen, es nuestra capacidad de responder a ellos.

El problema no está afuera, el problema no está en los cambios que estamos enfrentando, está en el hecho que no estamos pudiendo responder adecuada y eficazmente a los desafíos que ese entorno nos plantea. Entorno que no vamos a poder cambiar porque a esos cambios no los para nadie. La única alternativa es aprender a responder adecuadamente.

Por lo general, operamos bajo la presunción de que tenemos una forma de ser fija que no podemos tocar, esa presunción, tiene un límite que encontramos muy rápido. Pero ese límite está, en realidad, en la preconcepción a partir de la cual operamos.

Todos nos vemos, enfrentados al hecho que determinados resultados nos son esquivos al punto de parecer inalcanzables. Nos enfrentamos a un muro que no es imposible franquear, intentamos diversas modificaciones en nuestros comportamientos, una y otra vez nos enfrentamos al mismo resultado negativo, no deseado.

¿Existen condicionamiento del comportamiento humano? 

La acción que emprendemos, remite al observador que somos, la manera cómo enfrentamos las situaciones, dependen de las interpretaciones. A partir de la interpretación realizamos algunas acciones y no otras.

Por ejemplo, cuando surge un problema la manera en que lo interpretamos, nos permitirá algunas acciones y otras quedarán excluidas.

Nuestra capacidad de acción depende del observador que somos.

Siguiendo con esta línea de razonamiento, entonces al realizar cambios en el observador que somos, puede ser que aparezcan en nuestro horizonte acciones que antes no podíamos ver, nuevas interpretaciones, nuevas posibilidades.

¿Cómo poder hacerlo? Esto nos lleva a la idea del aprendizaje.

El aprendizaje

Es un proceso a través del cual los individuos construyen su propio conocimiento, adquieren habilidades y realzan sus valores, directamente desde la experiencia.

Podemos afirmar que un resultado insatisfactorio es el resultado de una acción inefectiva.

Es a través del aprendizaje que podemos implementar un cambio en el repertorio de nuestras  acciones. Llegar a hacer lo que antes no hacíamos, lo que creíamos que no podíamos hacer.

Un paso muy importante de este proceso es hacernos algunas preguntas y reflexionar sobre nuestras acciones y nuestros resultados, por ejemplo:

¿Qué debo hacer que no hice?

¿Qué debo dejar de hacer?

¿Qué nuevo repertorio de acción debo incorporar?

¿Debo hacer lo mismo de manera diferente?

¿Estoy en condición de hacer aquello que faltó?

De no ser así, ¿cómo puedo adquirir la competencia que no tengo?

Estos interrogantes, nos ofrecerán información sobre un cambio a nivel de las acciones. Es lo que llamaremos aprendizaje de 1er orden.

Siguiendo con nuestra idea del Observador, si quisiéramos dejar de "nadar en la superficie" "para explorar aguas más profundas", entonces hablamos de otro tipo de aprendizaje, el aprendizaje que llamaremos de 2do orden.

Aprendizaje de segundo orden, es aquél que se produce cuando se realizan cambios que modifican el tipo de observador que soy.

Cuando nos cuestionamos aspectos de nuestro proceder y nuestra forma de ser. Cuando indagamos sobre nuestras creencias, nuestras opiniones, nuestros juicios, nuestros relatos, nuestras explicaciones "tranquilizadoras". Nos enfrentaremos al dilema de consérvalos o transfórmalos.

Es una experiencia difícil, no solamente debemos soltar una forma habitual de hacer sino de ser, es común que tengamos miles de justificaciones para no hacerlo.

Todos nos enfrentamos a experiencias y situaciones exitosas y no exitosas. Los emprendedores, se enfrentan diariamente a resultados exitosos y satisfactorios y otros poco exitosos, fracasos.

¿Qué hacer?

Reflexionar y cuestionar nuestro hacer.

Ser flexibles y aceptar.

Ser capaces de pensar alternativas.

Tener el coraje de "derribar" antiguas creencias.

Cambio

Intentar ser emprendedor en la actualidad, también los enfrenta a la aceleración del cambio.

La innovación ha alcanzado proporciones nunca vistas, día a día surgen nuevos productos, servicios, nuevas tecnologías, nuevos procedimientos, nuevas ideas y teorías. Nuevos valores, nuevas creencias.

Hoy sabemos que el cambio está también cambiando, el patrón del cambio se alterna en la medida que cambian las tecnologías.

La noción de estabilidad pierde cada día más sentido, hecho que se extiende en todos los aspectos de la vida humana.

Todo esto nos somete al desafío de actualizar nuestras competencias, lo que hoy es efectivo sabemos que no lo será mañana.

De una u otra forma todos enfrentamos el dilema de la obsolescencia, o nos hacemos obsoletos nosotros mismo o nos harán obsoletos los otros.

La única alternativa para mantenernos vigentes es ser nosotros mismos los que provoquemos nuestra propia obsolescencia. Ello significa aprendizaje, por lo tanto, abandonar lo que hoy sabemos para incorporar nuevas formas de hacer, pensar, creer y sentir.

Se trata de un aprendizaje que debe comenzar hoy, mañana posiblemente será muy tarde, estamos obligados a anticiparnos al cambio.

Por lo tanto, la realidad nos obliga a trabajar constantemente en nosotros, a estar atentos a las "señales" del contexto y a entender que vivimos inmersos en un mundo turbulento, dónde para ganar debemos arriesgarnos.

Conclusión:

Retomando el título del artículo, el alma del emprendedor es un alma sensible, llena de pasión e inquietud que habita en un cuerpo llamado a la acción y a los desafíos. 

¿Qué características nos ayudan a identificar a un emprendedor?

Valentía: no teme al fracaso, ni considera que los riesgos son muy grandes, en todo ver un reto.

Optimismo: el emprendedor por naturaleza es optimista sobre sus proyectos e ideas, pero también es realista.

Autoconfianza: las ideas de un emprendedor son maduradas y pensadas con el paso del tiempo, por lo que se considera que respira con ellas. Como las conoce tan bien no tiene dudas y tiene todos los argumentos para defenderlas.

Iniciativa: un verdadero emprendedor no desaprovecha la oportunidad de actuar cuando debe.

Constancia: el emprendedor no se da por vencido y la persistencia forma parte de su estilo de vida, por lo que hace todo lo posible para lograr sus objetivos.

Resiliencia: esta es una palabra muy de moda en estos tiempos, pero solo el verdadero emprendedor conoce su significado. Afronta lo adverso y busca salir con beneficio de las crisis, recuperándose de situaciones complejas y evaluando las adversidades para aprender de ellas.

Flexibilidad: el emprendedor debe poder cambiar o modificar sus ideas en pos del cumplimiento de su proyecto.

Liderazgo: el emprendedor está vinculado con todas las etapas del proyecto, no siente superioridad sobre quienes le apoyan y dirige con el ejemplo cada etapa.

Trabajo en equipo: un verdadero emprendedor sabe que solo no llegara a ninguna parte, por lo que mantiene eficientes lazos profesionales.

Trabajar en comunidad: el mundo globalizado nos "achica" las distancias, entender que colaborar con otros nos enriquece y nos fortalece como emprendedor.

Ser permeable a la tecnología: el emprendedor debe entender que los avances tecnológicos son una herramienta valiosa para llevar adelante su proyecto. 

Tener una visión 360°: estar atento al entorno de negocio y al contexto, comprender las señales de alerta. Conocer a la competencia actual y a quienes pueden serlo en un futuro.

Bibliografía: 

Ontología del Lenguaje –Rafael Echeverría. Ediciones Dolmen 1997.
Escritos sobre Aprendizaje –Rafael Echeverría Editorial Granica 2011.